ANECDOTARIO

A PARTE DE BIBLIOTECARIOS... DOCTORES!
Así es, en una ocasión una chica llegó con hipo a entregar libros y comentaba que no podía curarse, entonces la bibliotecaria en turno le dijo: -tienes multa por $1000 pesos- a lo que la chica espantada empezó a reclamar y cuestionar, De pronto la bibliotecaria la interrumpe: -no te creas, ¿ya se te quitó el hipo?- y efectivamente, el hipo desapareció, la chica dio gracias y se fue. A parte de biblotecarios, doctores!

viernes, 20 de julio de 2007

DIA DEL BIBLIOTECARIO

Por: Isidro Conde

Un mirada simplista al festejo...
Desde hace un par de años se decretó la celebración del Día del Bibliotecario el 20 de julio.

Pero las fiestas y las actividades no se hacen por decreto.
Hay quienes lo han celebrado con una cena, con un baile, con una exposición, con una conferencia, un taller, o impartiendo cursos relacionados al fomento a la lectura.
Hay quienes elaboran un discurso, dicen palabras en público, conceden entrevistas...

¿Cómo lo hemos festejado nosotros?, más o menos igual, y más o menos desapercibidos.

Una primera reflexión: Qué festejamos, si nosotros mismos no hemos sabido valorar nuestro trabajo, si nos da pena decir que somos bibliotecarios, si estamos aquí por equivocación, si no le hemos puesto un poco de dedicación a lo que hacemos, si sólo estamos aquí mientras encontramos una mejor opción o porque no nos queda de otra.

Una segunda reflexión: Festejamos con nuestros recursos, porque sabemos que nuestra actividad es muy importante; muchas veces festejamos en silencio porque nuestra labor aún no ha sido suficientemente reconocida; sabemos que la imagen del bibliotecario depende del trabajo personal de cada uno de nosotros; el buen servicio es nuestra mejor cara y nuestra carta de presentación; por todo esto también vale la pena festejar.

Una tercer reflexión: Para seguir festejando y seguir dándole valor a nuestra labor bibliotecaria, necesitamos plantearnos metas grandes, seguir actualizándonos, darle un toque personal a nuestro servicio, distinguirnos por nuestra creatividad y disponibilidad, por hacer de nuestro espacio físico un espacio agradable, y porque nuestro trato amable y eficaz nos vaya dando el reconocimiento en nuestra Institución, y quizá los festejos se irán dando mejor.

Bibliotecario no es el que cuida libros, el que presta libros, el que ordena libros...
...y entonces qué soy, qué me siento, qué hago, qué puedo presumir de mi trabajo?
...qué valor adicional le doy a cada una de las funciones que realizo?
...qué puedo hacer, proponer, cambiar, mejorar, transformar para hacerlo mejor?

Muchas felicidades a todas y todos aquellos que con su trabajo cotidiano nos motivan a ser mejores, y nos impulsan a darle un significado a nuestra misión de ser Bibliotecarios.

jueves, 5 de julio de 2007

¿Valores?

Para valer más

¿Valores?

El valor es algo aprehendido más por vía de intuición, de modo prelógico, y que se convierte en “apetencia”, cuando la actitud pasa a racionalizarse. “El bien es lo que todos apetecen”, afirma Aristóteles, en su Etica a Nicómaco.
Socialmente, el valor es una conquista histórica realizada a lo largo de nuestras experiencias, de las relaciones interpersonales, y de su formulación categórica con carácter de universalidad.
Max Scheler y Nicolai Hartmann consideran los valores como un ideal de vida. Como una reacción contra el relativismo implícito en la interpretación de lo valioso en la vida.
Spranger dice: “Los valores son los blancos a donde los hombres dirigen los dardos de sus acciones”.
Louis Lavelle atribuye al conocimiento la función de aplicarse a la realidad para darnos la “posesión interior” de lo que es digno de valoración y convertirlo en nuestra propia experiencia.

Crisis de valores?
Estamos viviendo un cambio cultural y de valores.
Los valores tradicionales han perdido vigencia y los nuevos centros de interés no aparecen claramente definidos.
Víctor Frankl habla de neurosis noógena, es decir, carencia de sentido que sumerge al hombre en la “conciencia penosa” propia de la neurosis. La falta de valoraciones conduce, pues, a la falta de sentido y a la enfermedad de la vida.
Paul Diel sostiene que el mal supremo de nuestra cultura es la trivialidad cuyas caras básicas son:
1) La trivialidad convencional: el individuo teme manifestar su propia personalidad y hacerse acreedor de los rasgos de originalidad y creatividad que lo distinguen de los demás. El individuo mutila su creatividad y quiere ser igual que todos.
2) La trivialidad del goce que iguala los comportamientos como fruto de un criterio común: “todo está permitido”.
3) La trivialidad del hablar mucho, caracterizada por la exterioridad y la falta de sensibilidad a todo lo que encierre el misterio, la interioridad, el amor.

Jerarquía de valores
Los valores han de hacer referencia a lo universal. Lo particular ha de someterse a lo general.
Los valores han de referirse a las personas y a su realidad interpersonal.
Los valores han de llamar a la persona y a su intento de realización plena de coherencia y felicidad a la que está llamada.
Los valores han de tener dimensiones trascendentes, de futuro, de realización incluso en aquello que no es tangible y que desborda lo concreto.
Nuestra axiología consta pues de estos valores:
1) Valores económicos: utilidad, trabajo, creatividad.
2) Valores afectivos: sentimientos, sensibilidad, gozo-dolor, amor-deseo.
3) Valores intelectuales: conocimiento, lógica, verdad, sinceridad…
4) Valores estéticos: arte, naturaleza, realismo, idealismo, emoción…
5) Valores religiosos: valores del espíritu, lo absoluto, Dios, la religión.
Hoy en día, esta jerarquía se ha reformulado con lenguaje más actual. Se habla de: valor de la conciencia íntima moral, de la dignidad humana, de la relación-servicio a los hombres, de lo mistérico, de la familia, del trabajo, de la libertad de expresión religiosa.

¿Y tú, qué piensas de los valores?

Cfr. La pedagogía de los Centros La Salle/Comisión Regional de Educación La Salle-ARLEP (Salle/LC4035/P3711/1999)

miércoles, 4 de julio de 2007

Las cosas no son lo que parecen

Interpretar positivamente la vida

Las cosas no son lo que parecen
(Cuento sufí)
Un hombre viajaba tranquilamente en su coche. Sucedió que al entrar en una curva peligrosa, otro coche salía de ésta dando volantazos y viniendo hacia él de manera muy peligrosa. Al pasar a su lado casi rozando, gritó su conductor:
-¡Cerdo¡
El primer hombre indignado le respondió con otro insulto y continuó como pudo entrando en la curva y una vez pasándola se encontró de inmediato con un enorme cerdo, que no pudo esquivar y al que golpeó saliéndose de la carretera y quedando tirado en la cuneta.